Merece la pena recordar que en el mundo de la tecnología, al igual que en el resto del panorama empresarial, lo que importa más del producto en sí es quién, para cubrir qué necesidad y a qué coste lo va a adquirir.
Son ya más de 40 años los que han pasado desde que empezó mi idilio con las radiocomunicaciones. Todo comenzó con una película que ponían en la única televisión que existía en la España de los años 70.
La solución tecnológica que cubre las necesidades de nuestro negocio es siempre la adecuada y se traduce en optimización y rentabilidad empresarial. Sin embargo, mucha gente se deja llevar por lo que suelo llamar «tecnolujuría».
En la actualidad las empresas necesitan colaboradores con los conocimientos que solo aporta la experiencia, con capacidad para separar el grano de la paja y jerarquizar sus responsabilidades.
Hace unos días acudí como único representante español a Minks, donde viví unas jornadas que reunieron a más de 130 expertos relacionados con las IoT, las telecomunicaciones y la telemática.
Utilizar recursos en el mundo de la empresa no es una garantía para el éxito si no existe un férreo control organizativo de los mismos. Hacen falta muchas virtudes para iniciar y sobre todo mantener un proyecto.
El trabajo en el campo sufrirá innumerables cambios en los próximos años, que seguramente mis abuelos y mis padres, considerarían ciencia ficción.
Ciencia y tecnología hacen de nuestras vidas un entorno cambiante. Las reglas que regían cuando comencé con la tecnología han variado radicalmente.
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