Conforme pasa el tiempo, los avances tanto en ciencia, tecnología, medicina… nos hacen tener una mejor calidad de vida. Por ello, debemos aprovecharnos de eso, con el objetivo de mejorar y siempre ir a mejor.
La esperanza nos dota del valor necesario para aprender cada día. Y la curiosidad, seguramente protagonista del desarrollo humano, presente en todos esas mujeres y hombres que han conseguido lo que hoy es la humanidad.
En la empresa es necesario tecnologizarse para no morir y esta inversión no debe realizarse con el criterio de «cuanto más caro, mejor». Debemos elegir la tecnología que cubra nuestras necesidades sin caer en la tecnolujuria.
Como pasa en casi todos los órdenes de la vida, la tecnología simplemente hay que conocerla para poder aplicarla. Todo ello en conjunto supone el desarrollo de un esquema que comienza con sentarse delante de los procesos de la empresa.
La empírica sumada al conocimiento teórico es la base del desarrollo de la humanidad, y por lo tanto del desarrollo de nuestras empresas. La técnica de ensayo y error se repite desde tiempos inmemoriales. Aprendemos mucho de nuestros aciertos, pero muchísimo más de nuestros errores.
Los empresarios no necesitan a nadie para hacer la transformación digital. Son ellos los que deben tener la iniciativa de transformarse a sí mismos y no esperar a que la administración o el político de turno les enmiende la plana.
Redundaremos los servidores, los canales de comunicación, las líneas de acceso de datos, el software y los responsables del mantenimiento de todos los dispositivos y sistemas. También deberemos redundar la ubicación de la compañía en la medida de lo posible y diversificar los riesgos de sede.
Como todo en la vida, y en la actividad empresarial no iba a ser menos, la búsqueda continua de la excelencia deber ser el rumbo que deben tomar las empresas que busquen el éxito. Este rumbo está marcado por la aplicación correcta de la tecnología y existen una serie de aspectos que hay que tener en cuenta.
Es posible que en el día a día de nuestra vida cotidiana podamos permitirnos ciertos lujos de aplicar el principio de acción y reacción inmediata, ya que en cuestiones nimias sus consecuencias suelen ser pequeñas. En el mundo empresarial las reacciones precipitadas cuestan dinero.
La tecnología de hoy no servirá para mañana. En plena transformación digital y de la revolución de la industria 4.0, sentarse cómodamente a ver los resultados de una implantación sin tener en cuenta que la tecnología evoluciona rápidamente y que sus periodos de amortización deben ser obligatoriamente acelerados, es un grave error.