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La tecnología, la tecnolujuria y la compra inteligente

Artículo original de José Antonio Ferreira Dapía, publicado en La Región en la edición del domingo 20 de mayo de 2018.

En la vida tendemos a pensar que por lo general las cosas más caras suelen ser mejores. Hay personas que defienden a capa y espada la tesis de que hay que gastar lo menos posible, pero por el contrario mucha gente mantiene que lo barato a la larga sale más caro. En el mundo tecnológico, he de decir que ninguna de estas dos maneras de verlo es la más adecuada. La virtud está en el equilibrio.

A la hora de seleccionar un equipamiento tecnológico, como un ordenador, la clave está en la realización del acto de contrición necesario para tratar de definir cuáles son las necesidades reales para las que vamos a utilizarlo.

¿Qué necesitamos?

Si lo que vamos a hacer es básicamente navegar en Internet para utilizar nuestras cuentas de correo electrónico y manejar programas ofimáticos, como una hoja de cálculo, un procesador de texto o una presentación común, entonces la máquina que necesitamos es muy distinta a la que necesita una persona para utilizar un programa de edición de vídeo y audio, un Autocad, el manejo de grandes bases de datos complejas o un programa específico empresarial de altos requerimientos. En definitiva, la utilización de archivos de gran peso y tamaño.

Para el primer caso nos serviría prácticamente cualquier equipo que encontremos de oferta en una tienda de informática atendiendo básicamente a los requerimientos de hardware. Mientras que en el segundo caso debemos fijarnos mucho en parámetros como el procesador, la memoria RAM o la tarjeta gráfica.

El mismo proceso ocurre cuando lo que vamos a seleccionar es un software o programa como herramienta de trabajo para nuestra labor diaria. Si nuestros requerimientos son los habituales, usaremos un software ofimático de los que todos conocemos, los que inventó el hombre de las gafas de Seattle y que se manejan con ventanas.

Ahora bien, si lo que estamos buscado es un ERP (sistemas de planificación de recursos empresariales), un CRM (software para la administración de la relación con los clientes) o un programa específico para nuestra actividad, los parámetros que tenemos que medir para la elección del mismo son muy distintos y seguramente pasará por un análisis de nuestros requisitos, es decir, el trabajo que queremos que realice el software.

Más costoso no es sinónimo de mejor.

Aquí es donde aparece el concepto de la tecnología necesaria y suficiente en contraposición al concepto tecnolujuria.

La tecnolujuria, si se me permite la referencia escatológica, es como orinar fuera del tiesto. Es caer en la tentación de comprar o contratar más de lo que necesitamos y con la confianza de que lo que adquirimos es mejor porque es más costoso económicamente.

Muchas veces ocurre que el producto o servicio que estamos adquiriendo hace más cosas de las que verdaderamente necesitamos, pero lo compramos igualmente “por si acaso”. Ese “por si acaso” hace que caigamos en la trampa de la tecnolujuria.

La compra o inversión inteligente en tecnología es aquella que cubre nuestras necesidades al mínimo coste. Todo lo demás es invertir en algo que no necesitamos. Son recursos tirados a la basura en el ámbito personal y mucho más en el mundo empresarial; eso se llama despilfarro. El despilfarro es un cáncer en cualquier empresa, nos hace utilizar recursos innecesarios y perder la carrera de la competitividad.

En mi opinión, la virtud está en la compra inteligente, es decir la búsqueda escrupulosa del equilibrio entre la solución técnica óptima y su coste.

Ya sabes, antes de invertir en tecnología hazte la pregunta: ¿esto que voy a comprar es tecnología o es tecnolujuria?