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Lo que no se mide no se puede mejorar

Lo que no se mide no se puede mejorar

Artículo original de José Antonio Ferreira, «Lo que no se mide no se puede mejorar», publicado en La Región el domingo 23 de septiembre de 2018.

La fabricación en cadena ha conseguido que los vehículos que usamos cada día sean muy asequibles, ya que si fuesen fabricados uno a uno, su coste se multiplicaría por más de diez. En la industria, todos los procesos están medidos y ponderados. Los tiempos, los procedimientos, los controles de calidad y todos aquellos factores que están implicados en la producción del producto en cuestión.

En la época actual, todos los fabricantes de todos los países del mundo están en pleno proceso de cambiar los puestos de trabajo que aportan menos valor por máquinas llamadas robots.

Lo que para muchas personas pudiera parecer una desgracia laboral, no es ni más ni menos que la evolución de la industria gracias a la ciencia y a la tecnología.

Con Bell y Tesla, y el invento de la corriente eléctrica, primero continua y luego alterna, con el tiempo se quedaron sin trabajo todos aquellos trabajadores relacionados con los sectores que vendían carburo, aceite o gas para iluminar las calles y las casas. Tuvieron que formarse y evolucionar hacia otros sectores o tecnologías disruptivas en aquel momento.

Optimización de los procesos.

Hace muchos años que la tecnología está implantada en todos los procesos productivos de los diferentes sectores industriales y ellas son en gran parte las culpables de que podamos comprar cosas con un precio increíblemente barato en comparación con el valor que nos aporta.

Dicha tecnología suministra en muchos casos la información necesaria para que autómatas y personas actúen de manera eficiente. Sensores de todo tipo, cámaras y medidores proveen a la CPU de cada sistema con un torrente de información que, de forma automática o con un análisis humano previo, consigue optimizar los procesos y por consiguiente abaratar costes.

La tecnología ha conseguido también democratizar algo que hace no muchos años no estaba al alcance de todas las industrias.

Cualquier actividad que no se encontraba dentro del ámbito de una nave industrial, era mucho más difícil de medir y controlar. Por ejemplo, hablamos de todo lo relacionado con la Gestión de la Cadena de Suministro, conocida mundialmente como SCM, acrónimo anglosajón de SupplyChain Management.

La evolución de los etiquetados electrónicos RFID (Radio-FrequencyIdentification), los sistemas y servicios de posicionamiento global GNSS (Global NavigationSatelliteSystem), la capacidad de sensorizar parámetros diversos como la temperatura, la humedad, la aceleración, las fuerzas G, la radiación o el CO2, entre otros muchos, han contribuido a que empresas que no tienen su actividad dentro de un perímetro concreto puedan controlar todos sus procesos para poder ser optimizados. Existe una relación directa y proporcional entre la tecnología y los procesos productivos.

Competitividad.

La tecnología en las empresas no tiene sentido si no contribuye a mejorar su competitividad. Esa es la clave y cualquier empresario con dos dedos de frente lo sabe bien. Y para ser competitivos tenemos que medir nuestra producción, siempre con datos fríos, y cuanto mayor sea el tamaño de muestra, mejor.

Ya han quedado atrás aquellos tiempos de chuparse el dedo y determinar con él en alto la dirección por la que soplaban los vientos de la estrategia de empresarial. Cualquier persona que se dedique a la música conoce la importancia de aprender solfeo e interpretar una partitura con cualquier instrumento. Lo demás es tocar de oído y eso trasladado al mundo de la empresa supone un riesgo devastador.

Medir para controlar, controlar para optimizar y optimizar para mejorar la competitividad. Medir para mejorar, esa es la cuestión.