El artículo de Spicer no es una manera de llamar a las armas contra la IA generativa, sino un aviso de la vigilancia y adaptabilidad necesarias en la era de la información.
Mientras los niños duermen ansiosos la noche del 5 de enero, una red vasta y compleja se activa para traer la magia de los Reyes Magos a cada rincón del mundo.
La IA ha emergido como el descubrimiento estelar, propulsándonos hacia una especie de frenesí colectivo marcado por inversiones audaces y expectativas infladas.
Con admiración, cautela y una eterna curiosidad, nos preparamos para embarcarnos en este viaje hacia lo desconocido, listos para ser parte de la próxima gran historia en la evolución de la tecnología.
Es esencial reconocer que la IA no es un ente monolítico, sino un conjunto diverso de tecnologías y aplicaciones.
Desde que comenzaron a desarrollarse las inteligencias artificiales, muchas personas han creído que estas tecnologías podrían resolver todos nuestros problemas y convertirnos en seres humanos perfectos.
El pasado 18 de marzo realizamos la segunda entrega de AUCTORITAS, Conexión Expertos, evento online en el que hablamos de tecnologías disruptivas y su papel en la digitalización.
La tecnología nunca debería ser un fin en sí misma, es decir, el acto de tecnologizar debería tener como objetivo mejorar la calidad de vida de las personas y, como consecuencia, contribuir al desarrollo de la humanidad.
Existe un concepto denominado “singularidad”, incluso existe en los Estados Unidos una Universidad de la Singularidad patrocinada por Google y por otros monstruos del sector tecnológico.